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La creatividad y la innovación van de la mano. Las organizaciones requieren cada vez más de colaboradores creativos, con capacidades para innovar y resolver problemas. La creatividad da lugar a la innovación y ambas trabajan para generar los cambios necesarios dentro de una organización.
La capacidad creativa es entendida como una habilidad que permite concebir las ideas o las soluciones a un problema puntual. Por su parte, la innovación transforma esas ideas en algo que pueda aplicarse.
Graham Wallas propuso cuatro etapas que forman parte del proceso creativo. Veamos a continuación cada una de ellas:
- Preparación. En esta etapa se identifica el problema y se inicia la búsqueda de toda la información que ofrece el entorno. Este proceso se hace de forma consciente, analítica y voluntaria.
- Incubación. Wallas asegura que en esta etapa no se piensa de manera voluntaria en el problema. Al contrario, este proceso puede durar días, semanas o, incluso, años. El objetivo es liberar la mente del problema para “incubar” la idea.
- Iluminación. En este momento las soluciones empiezan a germinar. Algunos lo llaman el momento “eureka” porque justo ahí aparece la idea o solución al problema.
- Verificación. Finalmente, se realiza el análisis y evaluación de la idea que ha germinado. El propósito es mejorarla, diseñar un plan e implementarlo.
La clave está en fomentar una actitud creativa. Y esta se logra a través de una búsqueda constante de nuevas ideas o soluciones, así como de la motivación para superar los retos.
Asimismo, ser flexibles para adaptarse a las necesidades del entorno, no conformarse y, sobre todo, mantener una actitud optimista para transformar la crisis en oportunidades.
Por último, hay que dejar claro que la creatividad no es un ejercicio que responde a esquemas o lógicas habituales. Al contrario, el entorno tan complejo donde nos desenvolvemos nos obliga a pensar en nuevas ideas, formas de abordar los problemas y dar paso a la innovación.
Nohemí Araque